martes, 6 de octubre de 2009

CAPITULO 4

Allí andaba en su jardín de césped inmaculado, flores que lo contorneaban apoyadas en un muro qeu creaba una frontera entre la pobreza y la riqueza.
Decíamos que andaba, mas bien deambulaba sin origen ni destino, absorto en sus pensamientos, pensamientos que Paul nunca quiso exteriorizar y que ni yo mismo puedo expresar. Se veía en sus ojos el recuerdo de aquel frenazo, olía a rueda quemada, de repente se sentaba y arrancaba con sus dedos trozos de césped dejando calvas que parecían oasis en ese manto verde, el césped se metía entre sus dedos y lo acariciaba como si del pelo de aquella mujer se tratase, miraba el tallo de las flores como de sus piernas se tratase, los jardineros enfrente de el portaban la herramienta, el solo veía bolsas como las que llevaban los criados que la acompañaban, todo eso decían sus ojos y sus gestos, pero el no decía nada.
Días llevaba en ese estado de shock, incluso cuanto mas invisible se creía, mas notable era entre sus compañeros del club y su familia. Su estado tal de absorción le daba la vuelta de tal forma que llegaba su presencia a todos los demás.
Estaba llegando el final del verano y su ser sufría una de las contradicciones mas dolorosas que puedan existir, se consumía porque no volvería verla y a su vez estaba lleno de vida por haberla podido ver una sola vez.
Llegaba el momento de volver a su vieja Inglaterra y como tradición su padre siempre realizaba un cocktail de despedida con baile con todos sus amigos diplomáticos.
Era una tradición no solo de su estirpe sino de esa flema tan característica que define a los ingleses, esas reuniones llenas de glamour barroco, donde todos liberaban sus modales, soltando una carcajada de vez en cuando.
Esa noche fue especial para el o al menos pensaba así su familia, porque iba a ser la primera que asistiese a dicho cocktail, al contrario de años anteriores que permanecía en su cuarto preguntándose que harían los mayores.
Por fin llegaba ese momento y su curiosidad se vería compensada, eso creemos, pero realmente no fue así, su curiosidad dejo de existir porque no cabía otro sentimiento dentro de el que no fuese relacionado con ella.
Bajo por las escaleras vestido como un adulto, con su traje de levita, pero seguía siendo un niño, continuaba recorriendo con su mano toda la barandilla de la escalera.
Piso el suelo de los mayores y todos empezaron a acercarse dándole una calurosa bienvenida, cortésmente el ladeaba su cabeza con timidez.
Después de un rato con el salón prácticamente lleno, seguían entrando invitados, al momento sonó el timbre, su cabeza giro hacia la puerta principal, nadie escuchaba ese timbre, nadie notaba su presencia, ni los criados, volvió a sonar, lentamente sus piernas comenzaron a andar dirigiéndose a la puerta, los invitados se cruzaban por delante de el, pero los traspasaba como si de un fantasma se tratase, llego a la puerta, y volvió a sonar el timbre, miro a su alrededor y parecía que estaba solo en el mundo, nadie oía el timbre, miro al pomo, alargo el brazo, lo agarro con decisión y lo giro con miedo, al irse entornando la puerta y con su mirada fija al suelo, observo de nuevo esos tobillos que representaban todas las bellezas arquitectónicas y ahora tambien escultóricas del mundo, levanto la vista y allí estaba.
Ella sonrío.

4 comentarios:

  1. Si lo que digo yo, vas a tener que hacer como en las fotonovelas (haciendo un resumen del capitulo anterior). Queremos más, muchos más. Enhorabuena Cubelli. Vas mejorando cada día.
    Por cierto, mis dos últimos post de alguna manera iban dedicados a ti.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Tiene razón Fernando, sigue. Entiendo que a veces es dificil pero hay que insistir. UN ABRAZO nico.

    ResponderEliminar
  3. Me acabas de dar una idea para un post. Irá sobre la transparencia. A ver cómo acaba el cuento.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  4. Te superas día a día, aunque con demasiado espacio. Estoy deseando saber de quien son esos tobillos. No te hagas tanto de rogar.
    Beso.

    ResponderEliminar